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martes, febrero 16, 2010

La desunión hemisférica

Intentar presentar un frente común latinoamericano para insertarse favorablemente en la globalización con la fuerza de un colectivo es una buena idea. Hacerlo justo en el momento en el que los equilibrios de poder político y económico tradicionales se han trastornado es todavía mejor.

Y, en principio, este parecería ser el propósito de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe que se celebrará la próxima semana en Cancún (México), para acordar "una agenda común de concertación política, cooperación, desarrollo e integración" para toda la región. Aunque se ha excluido a Estados Unidos y a Canadá, los dos países del hemisferio con peso en el escenario mundial.

El problema mayor, sin embargo, es que resulta muy difícil entender de qué manera y sobre qué bases los primeros mandatarios de los países del continente americano podrían plantearse la unión de un grupo de naciones soberanas sin formular primero los principios que los unifican.

Hasta ahora, el factor que verdaderamente ha imposibilitado cualquier esfuerzo de unificación ha sido el intento de hegemonismo del eje cubano-venezolano en el hemisferio, que afortunadamente hoy agoniza. Así las cosas, ¿se imagina usted que en Cancún se pueda hablar de concertación política y cooperación entre Hugo Chávez y Álvaro Uribe? ¿O que se pueda plantear la integración de Cuba al sistema democrático del hemisferio?

Peor aún, no habría que descartar la posibilidad de que, dependiendo del ánimo de los predecibles reventadores de reuniones "cumbre", como Chávez, Daniel Ortega o el hermano menor de Fidel Castro, en este foro se repitan los ásperos desencuentros que han caracterizado otros encuentros y que las marcadas diferencias ideológicas entre los presidentes ahonden la ruptura continental.

Al adelantar esta predicción del desenlace de la reunión no pretendo descalificar las buenas intenciones que los mandatarios más sensatos seguramente tienen en mente. Pero no olvidemos que, aun en aquellas instancias en las que la convergencia en los principios básicos sobre la forma de gobierno y el sistema económico entre todos los miembros del colectivo es total la unificación de criterios entre países soberanos sigue siendo un problema difícil. Tal es el caso de la Unión Europea, un colectivo de 27 naciones cuya devoción por el sistema democrático y por la economía de mercado sigue siendo inquebrantable aunque el debate sobre el papel del sector público en la rectoría de la economía siga debatiéndose.

En el caso de la deseable y hasta ahora inalcanzable unión latinoamericana, los escollos para lograr la unidad son mayores porque entre los países del Continente no existe la coincidencia de principios. Ni siquiera hay un acuerdo mínimo sobre la definición de lo que constituiría un Estado democrático.

Fidel Castro y su hermanito, Hugo Chávez y su prolongación mecánica en Nicaragua, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa constantemente se autonombran los profetas de la "verdadera democracia" al tiempo que consolidan o intentan consolidar la dictadura en sus respectivos países.

Hace apenas unos años, cuando por todo el hemisferio empezó a circular la ilusoria noción de que los pueblos del continente habían dado un giro hacia la izquierda, los populistas precipitados como Chávez predijeron que la columna vertebral de la unidad latinoamericana sería la primitiva ideología izquierdista de tipo castrista unificada contra E.U.

Hoy, la historia le ha dado la espalda a esta visión simplista y la teoría del péndulo cargado a la izquierda cada día se desinfla más gracias a votantes en El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá y Chile, que han optado por la prudencia y rechazado el populismo simplón propuesto por el napoleoncito caribeño.

La explosión de la diversidad ideológica y política en el hemisferio augura que por el momento no habrá mayor unidad continental ni más acuerdos entre los países del continente que aquellos dictados por el pragmatismo y que presenten oportunidades para resolver problemas o para promover intereses comunes entre los países.

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