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lunes, marzo 16, 2009

Energía nuclear: un debate que está de vuelta

El primer ministro Berlusconi y el Presidente Sarkozy acaban de firmar un acuerdo para promover juntos la energía nuclear. En este marco, la empresa italiana Enel y la francesa EDF suscribieron un acuerdo de cooperación energética que considera la construcción de por lo menos cuatro centrales en Italia, proyectándose el funcionamiento de la primera antes de 2020. El acuerdo considera, además, que Enel participe en el programa nuclear francés de cinco reactores European Pressurised Water Reactor (EPR), empezando por el nuevo reactor de Penly, cerca de París.

Esto, aparentemente, se contradice con la voluntad italiana que en una consulta pública (1987), un año después de la tragedia de Chernobil, rechazó la energía nuclear. Sin embargo, al parecer las circunstancias económicas ciudadanas y el paso del tiempo permiten este tipo de cambios de percepción social. De hecho, Berlusconi propuso levantar la moratoria y, que de aquí al 2025, la participación de la energía nuclear llegaría a un 25%. Argumenta que "los ciudadanos franceses pagan su energía a la mitad de lo que la pagan los italianos", y ya es hora "de que nos despertemos del sueño", lo que fue bien recibido por todos.

Los ecologistas, por su parte, aseguran que el anuncio para construir nuevas centrales nucleares en Italia "no es sino un insensato intento de salvar la desastrosa situación financiera de la empresa pública francesa Areva; fabricante de centrales nucleares". Cualquiera sea el caso, ya sea por cuestiones económicas o de otro tipo, claramente hay un cambio en las percepciones. Hoy se percibe como una solución para la dependencia energética y el problema del cambio climático.

Francia es el mayor exportador de tecnología nuclear en el mundo y se desarrolló como respuesta a la crisis del petróleo de los 70. El país galo tiene 59 de los 438 reactores que hay en el planeta y un 78% de su electricidad es generada por este tipo de energía, que con los avances en seguridad, los riesgos de contaminación radiactiva han disminuido drásticamente. Por ello, cada día son más los países que se unen a este auge nuclear.

En la actualidad hay 44 reactores en distintas fases de construcción en países como Polonia, Bulgaria, Eslovaquia, Ucrania, Rumania, Lituania o Finlandia. Sin embargo, aún no está exento de polémicas y de posiciones muy radicales y difíciles de conciliar. El debate, que fue impulsado en el Reino Unido por Tony Blair, ha retomado fuerza y con el reciente anuncio de Italia y Francia parece más vigente que nunca, a pesar de que todavía no se resuelve el grave problema de los residuos nucleares, porque desde el punto de vista de la operación, las centrales de última generación son técnicamente seguras.

Pero la verdad es que todo lo nuclear sigue generando miedos y, en cierta medida, esto está alimentado por la falta de transparencia tanto desde el punto de vista político, como de los problemas técnicos que se generan en una central. Además de los problemas particulares de cada país respecto a la seguridad de abastecimiento, dependencia externa, costos integrados e impactos ambientales, el del cambio climático es una realidad y, efectivamente, se cree que la energía nuclear es parte de la solución para poder disminuir las emisiones de CO2.

Esto, porque no va a ser posible reducirlas sólo a partir de la eficiencia energética y/o energías renovables. Es el conjunto de medidas las que necesariamente deben abordarse globalmente y, para ello, muchos estiman que la energía nuclear es parte de la solución.

El ex Presidente español, Felipe González, dijo recientemente que "el problema no es el uso, sino que se discuta", lo cual parece lógico. Para él, "es un error dramático que no se quiera debatir sobre energía nuclear, a favor o en contra, lo esencial es tener un debate".
En Chile estamos comenzando a socializar este tema a pesar de lo complejo que esto sea, especialmente, para los políticos. Los candidatos presidenciales aún son tímidos en declarar posiciones al respecto, porque todos explicitan la necesidad de estudiar, pero eso no es suficiente.

Es hora de comenzar un debate a fondo, claro y público, tal y como piden tanto los que están a favor como los que están en contra. Que sirva para evaluar, además de costos, peligros y beneficios, la real posición de cada cual. Sólo así los ciudadanos podrán decidir con fundamento si quieren o no fomentar esta polémica energía y conocer, efectivamente, las potenciales políticas energéticas que impulsarán aquellos por quienes van a votar en el corto plazo.

Nora Au Díaz.
Vicedecana Facultad de Ingeniería, Universidad del Desarrollo.

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