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domingo, abril 23, 2006

Una conversación con Foxley (canciller chileno)

Esta semana tuve ocasión de conversar con Foxley durante su visita a Washington. En su opinión, el reto latinoamericano es "plantarse bien el mundo, con democracias reformistas y globalizadas, pero también con inclusión social". Esta orientación alude a países como Perú y Bolivia, en los que la marginación de amplios sectores con raíces indígenas está produciendo expresiones políticas de clara protesta e inestabilidad.

¿Por qué habría Chile de ser una referencia para vecinos con serios problemas de exclusión social? El gobierno cree que Chile puede vender mejor su propia experiencia de "inclusión social" y lograr así una mayor conexión con el vecindario. Foxley pone énfasis en la similitud que puede haber entre el ascenso de Bachelet como primera mujer Presidenta y el de Evo Morales como primer Presidente indígena, precisamente porque "ambos representan la inclusión". Aclara que Chile no hará "ninguna concesión al populismo" y que la inclusión debe venir de la mano con la globalización.

Chile tiene la pretensión de conseguir una integración latinoamericana para "tener peso en el mundo". Para insertarnos con fuerza en el Pacífico, explica Foxley, "es indispensable actuar coordinadamente entre nosotros".

Cree que Chile ha llegado a un punto en el que le es difícil avanzar más sin haber resuelto antes el viejo tema de la integración. Sudamérica ya no es solamente un problema de líos fronterizos: es un obstáculo -a menos que se logre un avance mayúsculo en la integración sudamericana- para que Chile dé un nuevo salto en el mundo. Foxley pone de ejemplo la reunión a la que asiste en el International Finance Corporation del Banco Mundial: "Sudamérica no tiene discurso".

¿Cambio?

¿Es realista plantear que las relaciones con los vecinos van a cambiar? No está claro. Sí lo está que Chile se juega por una integración muy acelerada con Argentina, de más baja intensidad con Perú y, al menos algunos avances en temas paralelos al de la mediterraneidad, con Bolivia.

Es cierto, como sostiene Foxley, que en Argentina y Chile hay una dinámica que apunta a "una integración de abajo hacia arriba", porque cada vez más ciudadanos quieren cruzar la frontera sin problemas para fines que van del turismo a los negocios o el esparcimiento. Pero la otra integración, la de "arriba", ¿avanza al ritmo de las aspiraciones de chilenos y argentinos comunes? Foxley cree que sí y se basa, por ejemplo, en la reciente visita de Estado a Argentina, así como en el hecho de que 18 gobernadores hayan participado en una reunión en la que se esperaba un máximo de seis para discutir proyectos de integración. Sin embargo, hay allí un optimismo que puede ser exagerado. No parece claro que en el tema crucial -el gas- vaya a haber un avance decisivo. Y mientras no lo haya, la armonía total con Argentina no será del todo alcanzable.

El problema es que hay una diferencia radical de visión. Foxley cree que "hay reglas de mercado" que deben ser respetadas con respecto al gas. Y Kirchner cree en el control de precios. Eso no sólo complica el suministro desde Argentina, sino también una eventual negociación con Bolivia, porque bolivianos y argentinos están cada vez más enfrentados por el precio del gas que La Paz le vende a Buenos Aires (Morales quiere seguir aumentando el precio). Foxley acepta que, en materia de gas, "cada uno está actuando por su lado" sin entender la urgencia de resolver esto entre todos, "ya que hay dos países que pueden ofrecer gas y el resto necesita comprarlo" (el otro sería Perú).

Con respecto a Perú, mientras no haya nuevo gobierno, no hay posibilidad de plantear nada concreto. Chile quiere persuadir a un eventual Presidente Humala o Alan García de firmar un TLC.

Aquí la estrategia chilena enfrenta un problema con la realidad vecinal. La disposición de Perú para entenderse con Chile depende no sólo de la visión del gobierno de turno, sino de cuán sólido sea. La razón por la que Toledo tuvo relaciones tormentosas con Chile no fue falta de visión. Fue la debilidad de su gobierno frente a sectores que lo sometieron a una presión insoportable.

Por último, en el caso boliviano Chile acepta que la parte "contraria" ponga sus temas sobre la mesa y sabe que inevitablemente la mediterraneidad figurará en lugar prominente. La posición de Chile no es tanto negociar una salida soberana, sino crear un buen clima no rechazando que Bolivia se siente a la mesa diciendo lo que crea que debe decir, del mismo modo que Chile.

Quizá -calcula el gobierno chileno- eso permitirá avanzar en otros temas. Cuando le pregunté a Foxley si proponía un TLC con Bolivia, dijo que le gustaría mucho. Pero en lo inmediato ve los otros temas -el libre tránsito, la eliminación de aranceles- como una base desde la cual generar confianza.

En resumen, hay una clara estrategia sudamericana por parte de Chile y eso es una novedad importante. Chile ya no ve a Sudamérica como un apartado diferenciado. Entiende, más bien, que su propia apuesta por la globalización ha llegado a un punto en el que necesita apoyarse en el resto de Sudamérica para no quedar disminuido frente a interlocutores más poderosos.

Pero hay también una realidad innegable: los países vecinos van -en lo político y en lo económico- a una velocidad distinta de Chile y por ello parece improbable que las buenas intenciones sean coronadas por el éxito. En estas materias, -el de la integración sudamericana- Chile propone y los demás disponen.

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ACLARACION: Este blog no es antiperuano ni nacionalista chileno. Este blog simplemente recopila y (a veces) comenta sobre artículos recopilados en la prensa nacional y mundial y que involucran a Chile. Si parece "cargado" hacia Perú, simplemente, es resultado de la publicación constante -y obsesiva- en ese país de artículos en que se relaciona a Chile. Así también, como ejemplo opuesto, no aparecen articulos argentinos, simplemente, porque en ese país no se publican notas frecuentes respecto Chile. Este blog también publica -de vez en cuando- artículos (peruanos o de medios internacionales) para desmitificar ciertas creencias peruanas -promovidas por medios de comunicación y políticos populistas de ese país- sobre que Perú ha superado el desarrollo chileno, lo que es usado en ese país para asegurar que Chile envidia a Perú y que por eso buscaría perjudicarlo. Es decir, se usa el mito de la superación peruana y la envidia, para incitar el odio antichileno en Perú.